25 sept 2025
Mundo España y Europa explotaron a pueblos originarios en zoológicos humanos
Desde los Onas fueguinos hasta los igorrotes filipinos, el colonialismo convirtió vidas humanas en espectáculo y objeto de experimentos.
Durante siglos, cientos de aborígenes fueron arrancados de sus tierras y exhibidos en Europa bajo el disfraz de ciencia y entretenimiento, en un negocio cruel que deshumanizó sistemáticamente a quienes llamaban hogar a lugares tan lejanos como Chile, Filipinas o el Congo.
La historia de los zoológicos humanos revela un rostro brutal del colonialismo. Desde el siglo XVII hasta bien entrado el XX, pueblos como los selk’nam, igorrotes y pigmeos fueron trasladados a París, Londres o Bruselas, obligados a actuar y vivir como “curiosidades vivientes” para satisfacer la morbosidad de las élites europeas. La humillación era total: jaulas, aldeas artificiales y representaciones teatrales de su cultura fueron el pan de cada día. Ota Benga, un pigmeo llevado a Nueva York, terminó suicidándose tras años de degradación y aislamiento, un caso que refleja el extremo de la barbarie.
El artífice suizo Maurice Maitre y el alemán Carl Hagenbeck montaron este cruel negocio bajo el pretexto de ciencia y espectáculo, manipulando relatos que colocaban a los colonizados como “inferiores” y justificaban la explotación. Médicos y científicos aprovecharon su presencia para experimentos y estudios raciales, generando enfermedades y muertes masivas: de once kawésqar trasladados en 1881, solo sobrevivieron cuatro.
España no estuvo al margen de esta tragedia. En 1887, durante la Gran Exposición de Filipinas, unas cuarenta personas de comunidades indígenas fueron exhibidas en el Retiro de Madrid, transformadas en atracción pública y privadas de toda dignidad. Este patrón de deshumanización se repitió hasta mediados del siglo XX, con la última exposición en 1958 en Bruselas, recordándonos que la sombra de la humillación humana no está tan lejos en el tiempo.
El mecanismo detrás de estas exhibiciones era perverso pero simple: la aristocracia europea, acostumbrada a observar animales exóticos en recintos cerrados, buscaba un “impacto mayor”. Transformar a seres humanos en piezas de museo respondía a la misma lógica: exotismo, entretenimiento y dominación. La explotación era sistemática, brutal y calculada, con consecuencias irreversibles para quienes vivieron esta experiencia.
Mirar hacia atrás no es un acto de nostalgia, sino de confrontación. La historia de los zoológicos humanos nos obliga a cuestionar el precio del entretenimiento, la complicidad del poder y la persistencia de prejuicios que justifican la opresión. No se trata solo de un episodio remoto, sino de una advertencia sobre cómo la humanidad puede deshumanizarse cuando la codicia y el racismo se mezclan con la ciencia y la cultura popular.
Fuente
.https://historia.nationalgeographic.com.es/a/zoologicos-humanos-cruel-negocio-que-siguio-vigente-hasta-hace-menos-100-anos-y-que-espana-participo_24498
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