21 ago 2019

Estamos quedando sin territorio": la esperanza de la Comunidad El Mollar

Una de las tantas comunidades indígenas de los valles calchaquíes está en pie de lucha por el avance de emprendimientos privados en tierras ancestrales. Abuelos, madres, hijos y hermanos depositan en estudiantes de escuelas de Capital el futuro de su cultura por miedo a desaparecer.
Era un día soleado, como los que suelen ofrecer los valles durante la mayor parte del año. Había familias completas, cocinando, madres cambiando a los niños, algunas con sus hijos en brazos. El 16 de julio pasado, un martes, una camioneta Hilux 4x4 irrumpió en la Comunidad Indígena de El Mollar. Su ocupante, a los gritos, les pedía que desalojaran el lugar, su hogar, asentado sobre tierras ancestrales que hoy se mezclan con imponentes casas de country con vista al dique La Angostura. En ese episodio, más de un mes atrás, la cacique Margarita Mamaní, conocida entre sus pares como Sisa Waman, casi pierde la pierna. El conductor frenó justo antes de arrollarla, pero no lo suficiente para impactarla y dejarla tirada en el piso mientras emprendía su escape. “Me frenó ahí; todavía tengo morada mi pierna”, cuenta la líder indígena, también vicepresidenta del Consejo Consultivo y Participativo de los Pueblos Originarios (CCPPO) Región NOA. La de El Mollar es sólo una de las 17 comunidades indígenas, la mayoría descendientes del pueblo diaguita, que en Tucumán conviven con los miles de turistas que de invierno a verano suben a los valles calchaquíes para desconectarse de la vida citadina. Son alrededor de 600 las familias que actualmente habitan zonas aledañas al dique y terrenos de montaña, unas 7.500 hectáreas, tierras que se reducen mes a mes por la demanda turística voraz de quienes buscan comprar un pedazo de tierra para levantar una vivienda de fin de semana, a costa de los ancestros y de una ley nacional que aún no puede ser aplicada del todo. “Es lamentable como diariamente sufrimos hostigamiento, calumnias e injurias; la vez pasada casi he perdido la vida”, reniega Sisa sobre aquel martes negro, un intento más por desalojarla de su hogar. Tanto Sisa como el resto de los pueblos que habitan el valle calchaquí se encuentran amparados por la Ley Nacional 26.160 de Comunidades Indígenas, que suspende los desalojos de sus integrantes de tierras ancestrales relevadas dentro del marco de la norma. Sin embargo, desde la fecha de sanción, en noviembre de 2006, aún no fueron titularizados los territorios, por lo que la lucha es constante y cada vez más violenta. “El problema es que no se avanzó más allá del relevamiento”, indica a eltucumano.com la responsable de Derechos de los Pueblos Indígenas, Belén Leguizamón, quien además se muestra preocupada por el nivel de violencia creciente por apropiarse de las tierras por parte de terratenientes. “Las familias que detentan las tierras son las que durante la dictadura se apoderaron de ellas; las comunidades están cada vez más arrinconadas”, se lamenta. “Ya estamos quedando sin territorio, ya es como que van y le hacen tener miedo a la gente y ya vamos a estar sin vida lamentablemente”, reniega la cacique, quien denuncia la falta de interés de la Justicia tucumana por la creciente venta irregular de tierras y la proliferación de barrios privados. “Es lamentable que en Tucumán todavía el poder Judicial no revea la situación por la que nuestros pueblos están relevados y que no respeten una carpeta que el mismo Estado, a través de la Defensoría del Pueblo provincial y el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, han hecho y no seamos respetados, y es por eso que sufrimos el avasallamiento de nuestro territorio”, señala Sisa, que además teme por su vida y la de todos sus hermanos de la comunidad. En este sentido es que Mamaní decide depositar el futuro de su cultura en los niños, los estudiantes de las grandes ciudades ─como llama ella a la Capital tucumana─, su última esperanza para revertir la difícil situación que atraviesan. El 9 de agosto, día en que se conmemora a los Pueblos Originarios, la cacique visitó la Escuela 9 de Julio, invitada en el marco del programa de interculturalidad de la materia Ciencias Sociales, encabezada por la docente Ana María Ríos, con el apoyo de la vicedirectora Silvina Roxana Luna. “La invitamos para que nos cuente su experiencia y mostrar a los chicos los rituales que aún perduran en sus comunidades”, señala.
Los alumnos de 4° del nivel primario vivieron en carne propia el ritual que Sisa suele realizar todos los 1° de agosto en honor a la Pachamama. Una experiencia que la cacique valoró enormemente por el entusiasmo por conocer más de la cultura originario que pudo percibir en los ojos de los más de cien niños y niñas que le transmitieron sus dudas e inquietudes. “Me he sentido muy orgullosa con los niños y profesores, que sepan lo que es la Pachamama, ya que muchos de ellos no tienen la posibilidad de acceder a nuestros cerros, y poder visibilizar nuestra cosmovisión”, celebra y agrega: “ellos llevan muy adentro su cosmovisión, al ver su entusiasmo nos da a nosotros la fortaleza de los Pueblos Originarios de transmitir y visibilizar lo que dejaron nuestros abuelos de nuestros abuelos a nuestros niños, que son nuestras futuras generaciones”.
Sin Justicia, sin garantías de que el hostigamiento de terratenientes pueda cesar en un corto plazo, a las comunidades originarias les queda esparcir la palabra; de boca en boca, a través de historias. La última esperanza de los descendientes de los primeros habitantes de Tucumán reposa en las aulas de clases de las escuelas. Margarita Mamaní celebra las iniciativas como la de la Escuela 9 de Julio, pero pide potenciarlas, por el bien de los suyos, para que sus tierras pueda continuar siendo ancestrales. http://www.eltucumano.com/noticia/actualidad/257810/estamos-quedando-sin-territorio-ultima-esperanza-comunidad-mollar?fbclid=IwAR193naRMw1PageVcwV-BZEWbTa-PXzHLA4gnmWCLmZLRxOCeFBhYq5piJA

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