21 nov 2018
Tradición y tecnología Aprendieron de sus abuelas a hacer artesanías y usan Internet para venderlas
Ocurre en la comunidad qom de Fortín Lavalle, en Chaco. Las mujeres reciben capacitación digital y a través de la web reciben pedidos. Y hasta se contactan con diseñadores de renombre.
Eusebia Lorenzo (51) trabaja las hojas de palma con sus manos, mueve índices y pulgares con suavidad y pliega a un ritmo sorprendente los pedazos de esa planta, una palmera chiquita y llena de espinas que busca en el monte chaqueño. En pocos segundos, logra armar una red, un tejido que empieza a tomar forma circular. Lo hace sin mirar. La que observa es su hija Carina, que aprendió la técnica de ella. Y ahora la sigue con los mismos materiales y otro diseño.
Hace calor, unos 27 grados, y las mujeres que forman parte de la comunidad qom trabajan en sus artesanías dentro del centro de alfabetización digital Nanum Village, a cargo de la Fundación Gran Chaco, que funciona en su pueblo, Fortín Lavalle. Allí, entre otras cosas, aprenden a usar la computadora.
Eusebia no se le anima a la tecnología, pero su hija sí. "Cuando nos dijeron de armar este espacio, lo consultamos con las mujeres mayores. Ellas nos autorizaron a probarlo. Al principio yo no sabía, no entendía. Hasta que me desperté", dice Carina. Ella arrancó con dudas, pero no sólo aprendió sino que ahora es una de las que capacita al resto. Descubrió que le gusta, le sale y puede. Y hoy asegura que el próximo paso es estudiar Pedagogía.
En fotos: Los diseños de las artesanas qom de Fortín Lavalle
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A los alumnos (mujeres y niños) les enseña de cero: encender una computadora, usar el teclado y el mouse. Luego aprenden a enviar mails, buscar información en la web e imprimir alguna foto. También utilizan Skype para comunicarse con otras diseñadoras. Todo eso les sirve para estar conectadas con el mundo y mejorar las ventas de sus artesanías. Sin embargo, por el momento, representan un ingreso complementario para ellas, que viven en condiciones muy humildes.
Se arma una ronda dentro del centro y las mujeres hablan de su trabajo, muestran canastos, carteras, paneras, sombreros y animalitos hechos en palma. Cada pieza tiene el precio de venta y el nombre de la artesana que le dedicó, en promedio, unas 18 horas.
“Decimos ese tiempo pero, en realidad, hay que sumarle las horas de la recolección”, aclaran y entre varias explican que las hojas de palmas que se cortan con machetes tienen que buscarlas del monte, que queda a unos 5 kilómetros.
Si bien algunas de ellas tienen celulares u otros elementos para ubicarse, siguen eligiendo los momentos de sol para juntar las hojas. “Nos enseñaron que había que ir esos días para guiarse por la posición del sol, es una tradición que mantenemos”, detalla Analía Rodríguez (36) que además de artesana es enfermera. Cuenta que retirar la planta es peligroso: “Hay víboras, arañas y ranas venenosas, además, la palma tiene espinas grandes. Debemos trabajar con cuidado”, agrega.
Ya con la planta empieza la tarea artesanal. Para un canasto utilizan entre 17 y 24 hojas. Hacen una selección previa, eligen las más largas y las cortan con agujas o tijeras, según el diseño que tengan en mente.
Dicen que la artesanía pasa de generación en generación pero no se explica. “Nunca me dijeron 'se hace de esta manera'. De chiquita acompañaba a mi mamá al monte y después la veía darle forma a la palma. Así aprendí”, sigue Analía. Todas coinciden.
Noemí Roldán (57) levanta la mano cuando uno de los presentes pregunta “quién hizo este canasto”. Ella dice que distribuye sus días entre el trabajo artesanal y el cuidado de sus nietos. “Dos horas, canasto. Dos horas, comida para los chicos”, explica. Lucas (11), uno de sus nietos que escucha la charla desde una ventana, baja a su celular imágenes de carteras que encuentra en Internet y se las muestra a su abuela para que las haga. “No siempre lo logro, algunas son muy complicadas”, aclara Noemí, sobre ese encuentro entre grandes y chicos y entre lo tradicional y lo tecnológico.
Mientras los hombres trabajan haciendo changas, generalmente en la construcción, las mujeres emprenden. Reciben encargos, que exigen nuevas responsabilidades: plazos de entrega y medidas específicas. Hace poco, un importante diseñador de zapatos les pidió canastos que podrían derivar en una colección artesanal de una exclusiva marca. Lo viven con ilusión y entusiasmo.
Si bien lograron organizarse, salir de sus casas, aprender algo nuevo y empezar a formalizar su trabajo, rechazan la idea de "haber ganado poder” para ellas y en relación a los hombres. Aunque el cambio se nota en la práctica, empezando porque son ellas las que tienen la clave de wifi. ¿Se la dan a los varones? “Sólo si vienen a capacitarse”, responden.
Artesanías con lana y chaguar
Las artesanías con palma no son las únicas que se hacen en el Gran Chaco. Las mujeres de la comunidad qomle'ec producen con lana y utilizando telares. Realizan caminos de mesa, carteras y diseños de animales. Los tintes los extraen de plantas. De ellas, sacan más de 35 colores.
Las mujeres de la comunidad wichi trabajan con otra planta llamada chaguar. “Caminamos 30 kilómetros para recolectarla. Vamos siempre en grupo y llevamos bolsas grandes. Salimos a las 7 de la mañana y volvemos a las 6 de la tarde”, le cuenta a Clarín Norma Rodríguez, referente del paraje Lote 8 de Formosa. Al igual que con la palma, hay que trabajar con machetes. “Lo primero que hacemos es retirar con cuidado las espinas, después machacamos la planta y amasamos lo que queda sobre nuestra pierna hasta formar hilos. Después, ponemos a calentar restos de árboles o raíces, con las que le damos color”, detalla Norma, de la asociación Hinaj, que quiere decir Mujer Tejedora en wichi.
https://www.clarin.com/sociedad/aprendieron-abuelas-hacer-artesanias-ahora-usan-internet-venderlas_0_HJKxpwQIm.html
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